Mezcal (Bebida caída del cielo)


Quizá para decir que me gusta tomar mezcal lo mejor sería escribir un poema; de esa forma sumergiría mi corazón en el vaso mezcalero.

Transportándome a la vinata en Nombre de Dios, Durango, al palenque en San Juan del Río, Oaxaca, y a la fabrica de Guerrero. Donde diario se juntan cuatro o cinco mezcaleros, trabajadores que aprendieron de sus padres el oficio de producir vino o mezcal como le llaman, a partir de los magueyes del cerro, bruto, cenizo, cupreata y espadín, labor que también a ellos les enseñaron por herencia: amacizar muy bien el hacha, sosteniéndola con fuerza por el mango, con la vista clavada en el corazón de la piña y el espíritu elevado para agradecer la bendición de tener este fruto o esta flor salvaje a disposición.

Carla Viancini Reimers

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